Perdón – ¿Por Qué No Europa?

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Europeos divididos- Un obstáculo para el Evangelio

No hay duda de que nosotros, en Europa, necesitamos reconciliación. Este y oeste, norte y sur, nuestro gran continente ha sido testigo de numerosas guerras y conflictos.

Los europeos llevan suficiente bagaje histórico como para estar enfadados unos con otros durante otro siglo. Ingleses, franceses, españoles, rusos, alemanes y otras naciones europeas, han construido sus imperios rigiendo a tribus más pequeñas y forzándolas a adoptar su cultura e idioma en consecuencia. Pregunta a los escoceses cómo ven a los ingleses, a los catalanes a los españoles o a los ucranianos a los rusos.

La mayoría de nuestros imperios europeos hace mucho que cayeron, pero los sentimientos profundos en contra de sus anteriores naciones gobernantes perduran. La memoria colectiva se remonta muy atrás y conforma la actitud hacia el “otro” incluso cuando no hay conflictos evidentes hoy en día.

Piensa en los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania. Durante siglos estuvieron ocupados por el imperio ruso y después por la Unión Soviética. Muchas personas de habla rusa de todos los rincones del anterior imperio se mudaron allí e hicieron de los países bálticos su nuevo hogar. La rusificación de los nacionales desde el reinado de Alejandro III (1845-1894) en adelante, se convirtió en política de Estado .(1) Los valores culturales nacionales fueron suprimidos y así el idioma ruso, lo ruso, y los rusos, se convirtieron en los vecinos más odiados. Esta historia fue y es repetida en muchos contextos europeos y los conflictos se convierten en la realidad constante por la que vive la sociedad.

Pero lo mismo ocurre con las iglesias. El etnocentrismo y el etnoconfesionalismo son los mayores obstáculos para la expansión del Evangelio en Europa hoy. (2)

“La tarea de la Iglesia es promover el reino de Dios y no los reinos de ciertas mayorías nacionales”

La unidad promueve el conocimiento del Señor en el mundo, explica Jesús en Juan 17:21. La desunión, por el contrario, es por lo que la gente no ve la gloria de Dios en sus seguidores.

Durante siglos de conflicto europeo, las principales denominaciones de la iglesia se vieron a sí mismas como iglesias nacionales, incluso estatales. Los que apoyaban a la iglesia estatal suprimieron a los grupos étnicos más pequeños. No es de extrañar que estos grupos étnicos buscaran una identidad religiosa diferente.

Muchas divisiones denominacionales europeas también se remontan a intentos de establecer el dominio de una identidad nacional singular. La unidad forzada por el Estado y a expensas de la libertad de otros, siempre tendrá como resultado el conflicto cultural y el odio.

La Iglesia como agente de reconciliación

La Iglesia de Cristo es el agente de reconciliación de Dios (II Corintios 5: 19-20). Nunca puede ser un apéndice del Estado. Su tarea es promover el reino de Dios y no los reinos de ciertas mayorías nacionales. Y en el reino de Dios no habrá concentración de procedencias étnicas.

El apóstol Pablo declara a los Gálatas: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Jesús es nuestra paz y Él hizo a los que estaban lejos y a los que estaban cerca un solo cuerpo. (Efesios 2:14)

El etnoconfesionalismo es, bíblicamente hablando, inútil. ¡La iglesia está para reconciliar y no para dividir y promover al políticamente más fuerte!

Esto sitúa a la iglesia europea en una posición especial. En el medio del conflicto y de divisiones etnocéntricas, buscará formas de reconciliar a su pueblo con Dios y unos con otros y llevarlos al reino de Dios. Stanley Hauerwas resume las referencias a la paz en el Nuevo Testamento declarando que los seguidores de Jesús son nada menos que “signos del reino de paz en el mundo”. (3)

¿Cómo se puede hacer esto? ¿Cuáles son los instrumentos de reconciliación efectiva? ¿Cómo gente que ha estado recolectando odio durante siglos se perdona y establece nuevos y significativos patrones de cooperación? ¿Qué sugieren las Escrituras?

Reconciliación- A la manera de Dios

Jesús es el reconciliador radical de Dios. Vino a reconciliar al mundo con Dios, el Padre (II Corintios 5:18). Y Él declara los principios de la reconciliación radical.

Primero, Jesús declara que la gente debe reconocer la verdad para ser libre (Juan 8:32). Reconocer es un proceso por el que la gente supera sus prejuicios. Mirando a lo que de verdad ha pasado, puede que también descubran que, su propia perspectiva limitada hacia otra gente está distorsionada por la conformación de la memoria colectiva. En la reconciliación, las dos partes hacen lo que el término bíblico catalasso= reconciliación sugiere: irán atrás y adelante nombrando y renombrando las cuestiones de daño e injusticia hasta que se establece un entendimiento de lo que ha pasado y las partes se ponen de acuerdo en ello.  (4)

“Sin conocer la historia, ninguna reconciliación es posible”.

Sin conocer la historia, ninguna reconciliación es posible. “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, dice Jesús. La Iglesia europea, como reconciliadora de Dios, mediará un proceso de búsqueda de la verdad como primer paso hacia una coexistencia pacífica en Europa.

En segundo lugar, donde se conoce la verdad y se está de acuerdo sobre ella, donde las víctimas y los perpetradores son nombrados y la injusticia se revela, el mediador puede sugerir un proceso de perdón (5). Y la perpetuación, los patrones de privilegio y opresión que consciente o inconscientemente perpetúan la injusticia, deben ser nombrados, como declara con razón el obispo Tutu. (6)

La injusticia colectiva e histórica, no es algo personal y la gente implicada en el proceso de reconciliación puede no haber estado directamente implicada en ese daño y perpetuación. Pero las víctimas se han identificado con los sufrimientos de la gente, aceptado el sufrimiento colectivo y vivido en consecuencia.

Como resultado, son aptos para perdonar a los sucesores de los perpetradores-de la misma forma que los sucesores son aptos para pedirles perdón. Sin duda este es un paso de humildad y gracia. Y ambos son dado por Dios. En Jesús hay libertad tanto para la humildad como para la gracia porque Él es nuestra paz.

“Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36), Jesús dice sobre sí mismo. Tanto pedir perdón como recibir perdón son actos divinos.

La confesión y el perdón son inseparables. (7) Siempre que este acto implique la presencia de Jesús, el verdadero perdón es posible, y el recuerdo negativo será transformado en una valiosa experiencia de la que todos podemos aprender.

La reconciliación, sin embargo, no termina cuando los rivales se perdonan. El tercer paso es igualmente importante: los competidores tienen que desarrollar un futuro común, discutiendo posibilidades y oportunidades de trabajar para unas mejores condiciones de vida en sus comunidades, en sus países y más allá. (8)

Nosotros los europeos necesitamos una idea de lo que podemos hacer juntos y de cómo pueden ser nuestras relaciones positivas. Y los cristianos están perfectamente preparados para extraer principios y prácticas de la cultura del reino de Dios que establece un espacio social significativo para vivir en unidad apreciando nuestra diversidad. De hecho, la iglesia misma se llama Cuerpo de Cristo. Y nada es más diverso que un cuerpo humano. Todas las partes son diferentes, pero al mismo tiempo se sirven unas a otras y así establecen la más poderosa unidad bajo el sol (Efesios 1:23). Así la iglesia debe enseñar a las naciones estos principios. Esta es su vocación divina. (Mateo 28:19-20)

Referencias:

1. Thaden, Edward C., ed.: Russification in the Baltic Provinces and Finland, (Princeton: Princeton University Press 2014), 58.
2. Ver más en: Johannes Reimer: Dealing with Ethnocentrism in this Generation. In: European Journal of Theology, XXVI (2017) 26:2, 154-161.
3. Stanley Hauerwas: The Peaceable Kingdom – A Primer in Christian Ethics. London: SCM Press 1984, 99.
4. John W. DeGrouchy, Reconciliation: Restoring Justice. (Minneapolis: Fortress Press 2002), 51.
5. John C.W. Tran: Authentic Forgiveness: A Biblical Approach. (Carlisle: Langham 2020), 2.
6. Desmond Tutu: No Future without Forgiveness. (New York, NY: Doubleday 1999), 121.
7. L. Gregory Jones: Embodying Forgiveness: A Theological Analysis. (Grand Rapids, MI: Eerdmans 1995), 102-103.
8. Michelle Lebaron, Venashri Pillay: Conflict Across Cultures: 8. A Unique Experience of Bridging Differences.  (Boston/London: Intercultural Press 2006), 144-146