Resiliencia: La Esperanza y la Paciencia se abrazan

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«Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia….Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.» (Stg. 5:7-8)

Resignación parece la palabra que mejor resume el momento actual (según los sociólogos). Después de una etapa de lucha y resistencia ha venido una etapa de cansancio y resignación. La gente se siente desorientada, asustada y con mucha ansiedad ante el futuro.

¿Por qué? ¿Qué está fallando? La resistencia (resiliencia) sola no es suficiente,  ha de ir acompañada de paciencia y esperanza. Las tres forman un todo inseparable. Este triángulo (divino)nos muestra no sólo cómo hemos de esperar, sino también qué hemos de esperar en la hora de la prueba.

Esta cosmovisión cristiana de la paciencia se describe admirablemente en Romanos 5:4-5:

“…nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba (carácter aprobado); y el carácter aprobado, esperanza; y la esperanza no avergüenza”

Necesitamos aprender a desarrollar paciencia en la prueba y esperanza  en (los tiempos de) la espera.  Entonces descubriremos que Dios puede transformar nuestras adversidades en oportunidades.

Tres palabras en n. título: resiliencia, paciencia y esperanza.  Forman un todo inseparable. Añadimos un cuarto elemento: contentamiento:

  • La resiliencia: la adaptación natural
  • La paciencia: puente hacia la aceptación
  • Contentamiento: la aceptación sobrenatural
  • La esperanza: alimento de la paciencia

1-RESILIENCIA: LA ADAPTACIÓN NATURAL
Paseando por la playa en una reserva natural de la isla de Menorca, observé cómo la vegetación, tanto arbustos como árboles, estaba fuertemente inclinada en una dirección. El recio viento del norte, muy  propio de esta parte de la isla, ha moldeado un paisaje curioso y altamente simbólico. Era espectacular contemplar los gruesos troncos de los pinos doblados como si de un juguete de goma se tratara.  ¿Por qué hay árboles que se parten cuando sopla el huracán y otros, por el contrario, se adaptan a la fuerza del viento inclinándose?  La respuesta es importante porque ahí radica su capacidad para sobrevivir. La palabra clave es  flexibilidad. Cuanto más rígido es un árbol -lo mismo que un objeto- tantas más posibilidades de quebrarse bajo el efecto de una presión o un impacto fuerte. Por el contrario, cuanta más flexibilidad, tanto más se adaptará a una presión intensa sin romperse.

Al afrontar la prueba, las personas somos como los árboles: tenemos una capacidad de adaptación que nos  permite resistir y reorganizar la vida tras el impacto de la experiencia traumática. A esta capacidad “elástica” se la conoce hoy con el nombre de resiliencia: la facultad de recuperarse después de un trauma. Una persona “resiliente” viene a ser como los árboles de Menorca: ante el embate del viento, se adapta.

A día de hoy, nos encontramos aquí: ha habido adaptación ante el embate de la pandemia. Este es el momentum actual. Pero en el ser humano  la resiliencia sola no basta. Si no va acompañada de algo más puede acabar en resignación, estoicismo en el mejor de los casos, o en fatalismo, amargura y nihilismo en el peor.

La resiliencia es necesaria, pero no suficiente. Se basa en un concepto materialista, evolutivo, del ser humano. De hecho la palabra original proviene de la metalurgia y de la física.  Fue sólo más tarde que se aplicó a la conducta humana (Boris) Cyrulnik). No es casualidad que hoy este concepto se ha puesto de moda sin una discriminación crítica: encaja bien con la forma de pensar, la cosmovisión del mundo que se basa en una antropología materialista. Las personas necesitamos algo más que resiliencia porque somos más que  árboles o metales.

2-PACIENCIA: PUENTE HACIA LA ACEPTACIÓN
Más allá de la resiliencia debemos desarrollar paciencia. La paciencia es el ingrediente emocional y espiritual que nos distingue de los animales y los objetos al afrontar un trauma (golpe). Si la resiliencia es una reacción instintiva, la paciencia es la reacción distintiva de los humanosen la prueba. Además, constituye el puente hacia la aceptación.

Necesitamos entender bien el concepto porque la gente asocia paciencia con resignación (el concepto estoico no es el cristiano). La idea de paciencia en la Biblia es tan rica que requiere dos palabras complementarias.

  • Perseverancia: persistir
  • Fortaleza de ánimo: resistir

«el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo» (2 Ts. 3:5). Si el amor define la esencia de Dios, la paciencia define el carácter de Cristo. 

La Paciencia es fortaleza de ánimo: Resistir
La palabra usada en el original makrotimia es activa y positiva, muy lejos de la idea popular (estoica) de paciencia. Literalmente significa “ánimo grande”. Alude a un espíritu fuerte, resistente, que permanece firme en las adversidades. Esta paciencia no se rinde, no claudica ante circunstancias difíciles. Es lo contrario de una persona cobarde, pusilánime, que “se ahoga en un vaso de agua”.

Se aleja mucho de una actitud de resignación, un conformismo que nace de la impotencia y lleva al fatalismo. Por el contrario, la paciencia cristiana, fruto del Espíritu Santo, no dimite sino que lucha, no se arruga sino que se afirma ante la adversidad, no es pasiva, sino que inquiere activamente en busca de salidas.

Ahora bien, hemos dicho que la paciencia es un puente hacia algún lugar. La paciencia genera un fruto, se expresa en una realidad que la B. llama contentamiento. El contentamiento es la expresión visible de la paciencia.

3-CONTENTAMIENTO: LA ACEPTACIÓN SOBRENATURAL
Si la resiliencia es adaptación natural, el contentamientoes aceptación sobrenatural. Nace de esta paciencia que es divina en su origen, marca de Cristo y  fruto del E.S.

«He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado… Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:11-13)

Cuando el apóstol Pablo escribió estas palabras estaba confinado en Roma (probablemente en arresto domiciliario, no en la cárcel). En cualquier caso, una reclusión involuntaria en circunstancias duras. No se dirigía a sus lectores desde una posición de comodidad, sino desde una situación profundamente turbadora y en peligro franco de muerte. ¿De dónde le venía la fortaleza para enviar un mensaje tan sereno en medio de la prueba?

Él mismo nos da la respuesta: «he aprendido a contentarme». La palabra original implica tiene una connotación de independencia (autarkeia): no depender de las circunstancias, no quedar ligado a los problemas. Aprender contentamiento, por tanto, es lograr una actitud de cierta independencia de los acontecimientos vitales y no dejarse atrapar por ellos.

El contentamiento nos lleva a ver, pensar y vivir de forma diferente ante el trauma, el golpe. En nuestros días hablaríamos de aceptación, una aceptación que no es resignación ni fatalismo ni pasividad, sino la convicción profunda de que Dios obra sus propósitos en mi vida no a pesar de las circunstancias, sino a través de ellas. La convicción de que para Dios no hay material de desecho en n. vida.  Él lo aprovecha todo, lo recicla para nuestro bien. Podríamos decir que Dios es el gran reciclador, especialista en transformar nuestras adversidades en oportunidades. Ésta es la esencia de la aceptación.

Pablo concluye el texto con una frase que ha inspirado a millones de personas: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13). Es decir, puedo ser más fuerte que cualquier adversidad, sobreponerme a cualquier circunstancia cuando estoy en Cristo, “conectado” a Cristo. Ahí es donde vemos con mayor intensidad la diferencia entre la adaptación natural –la resiliencia- y la aceptación genuina que es sobrenatural. Estar en Cristo es la fuente de nuestra paciencia.

4-LA ESPERANZA, ALIMENTO DE LA PACIENCIA
«Afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.» (Stg. 5:8)

La paciencia es inseparable de la esperanza. De hecho, se alimenta, se nutre  de esperanza y a su vez genera esperanza en un glorioso círculo divino (Ro. 5:4-5). Podríamos decir que la paciencia y la esperanza se funden en un abrazo. Llegamos al clímax de nuestro tema.

“La esperanza le es a la vida lo que el oxígeno a los pulmones” (E. Brunner) Pero la pregunta clave es ¿qué esperamos? Nuestra esperanza tiene, por supuesto, una dimensión presente. En este caso esperamos ansiosos el final de una epidemia. Pero esta esperanza no es suficiente y puede acabar en frustración si no se cumple nuestra expectativa. No tenemos la seguridad de que “todo irá bien” (hash-tag).

La esperanza no se detiene en el aquí y ahora, vuela más alto y se remonta a la eternidad. La vida en la tierra es un bien precioso, pero no es el bien supremo. El bien supremo es la vida eterna. Por ello el Señor advirtió: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar» (Mt. 10:28). Nos impresiona que este texto precede a la consoladora promesa del cuidado de Dios «pues aun vuestros cabellos están todos contados» (Mt. 10:30).

Es ahí donde la esperanza cristiana nos permite vislumbrar DESTELLOS DE ETERNIDAD. Santiago menciona dos veces la venida del Señor al hablar de la paciencia. No es casualidad. La visión de la segunda venida de Cristo es la visión de la eternidad y «afirma nuestro corazón», fortalece n. paciencia. Cuando vislumbramos la gloria de la eternidad con Cristo nuestro contentamiento se renueva y la tribulación presente se nos hace “leve y breve” (2 Co. 4:17-18). Por tanto, la esperanza es la fuerza que mueve, motiva, la paciencia.

La esperanza cristiana no es un concepto, sino una persona, Cristo; no es una idea abstracta sino una experiencia vital; no está basada en un deseo futuro sino en un hecho pasado; no dice “todo irá bien”, sino “todo fue bien en la cruz”. Lo que Cristo hizo un día y lo que sigue haciendo hoy es la base  de la esperanza que fortalece n. paciencia y complementa n. resiliencia.

Conclusión:  Por tanto, “Tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6: 18,19)

Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra. (2 Tes. 2:16-17)

P&R | Pregunta & Respuesta
P: El concepto ante la prueba, ante circunstancias difíciles, el discurso de “Ay pobrecito de mí, mira lo que me ha pasado” ¿dónde entraría dentro de estos conceptos que has mencionado? y la reacción contraria que sería la ira, el enfado por las circunstancias. Esas dos reacciones, ¿dónde entrarían en estos conceptos? Y cuándo una persona cae en depresión (aún siendo creyente) ¿qué es lo que ha pasado? ¿es que la resiliencia ha ido sola, y no ha ido acompañada de la paciencia y la esperanza?

R: Es una pregunta muy interesante. Empezamos por la primera parte. Hay dos conceptos clave que es importante diferenciar. Una cosa es la autocompasión y otra cosa es el lamento. Son dos conceptos totalmente diferentes. La autocompasión es pensar que tú eres el más desgraciado, que todo te afecta a ti, que todas las cosas malas te ocurren a ti y que a los demás sólo les ocurren cosas buenas. Entonces, caes en esta actitud de autocompasión que se resumiría con la frase: “Qué desgraciado soy y qué bien les va la vida a los demás”. La autocompasión es emocionalmente perniciosa, es tóxica porque puede acabar en la autodestrucción, pero lo más peligroso es que la autocompasión puede llevar a la amargura. Y la amargura evidentemente es un pecado. La amargura sí es un pecado. La autocompasión en sí, pues propiamente no lo es, pero la consecuencia que es la amargura sí. Por tanto, la autocompasión hemos de evitarla, no es buena, no es positiva, ni emocionalmente, ni espiritualmente. Pero dicho esto, el lamento sí que tiene su lugar en la Palabra de Dios, y de hecho podemos elaborar, es uno de los temas que a mi me gusta tratar, una auténtica teología del lamento. No tenéis más que coger algunos Salmos por ejemplo el Salmo 137 “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sion”. Hay un lugar para el lamento. Y qué diremos de un monumental texto como es Romanos capítulo 8 donde se nos dice que la creación gime, llora, pero no sólo la creación, sino nosotros mismos lloramos. Y el Espíritu Santo también llora, intercede por nosotros con gemidos indecibles, por tanto, hay un lugar para el lamento. El lamento es bíblico. Hay un lamento correcto que al Señor lejos de molestarle o enojarle le complace porque es la expresión de ver y vivir la realidad en este mundo, el mal con los ojos de Dios. Es en este sentido que el Señor Jesús dice: “Bienaventurados los que lamentan, bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación”. Y el mismo Señor Jesús al acercarse a Jerusalén lamentó, lloró sobre ella. Por tanto, es muy importante evitar caer en la autocompasión, pero el lamento lejos de ser negativo yo diría que es una forma de catarsis, de expresión saludable que nos ayuda a asimilar las vivencias que estamos teniendo. “Llorar con los que lloran”, dice el Señor ¿verdad?

La segunda parte, la segunda reacción: la ira. Pues, ocurre más o menos lo mismo. Este tema, de hecho, lo desarrollo bastante a fondo en el libro del “Aguijón en la carne”, también un poco en “Más allá del dolor”, ya que son los dos libros que se han mencionado. Por cierto, el concepto de resiliencia lo explico bastante bien en el capítulo 3 de “Aguijón en la carne”. Hay una ira que puede ser pecado porque está expresada contra Dios. Pero hay otro sentimiento de enojo que no es pecado porque no está expresado contra Dios, sino ante Dios, delante de Dios. El problema no es quejarse a Dios, sino quejarse de Dios. Un ejemplo nos ayuda claramente a entenderlo, el profeta Habacuc. Habacuc, la palabra que se utiliza en el versículo 1 del capítulo 2 es muy fuerte. Dice: “Esperaré para ver que me responde Dios, tocante a mi querella”. La palabra es querella en el original. Habacuc le pone una querella a Dios. Sin embargo, sabemos que Habacuc luchó abrazado a Dios. Esto es lo que significa el nombre Habacuc “él que lucha abrazado”. Habacuc luchó abrazado a Dios ¿verdad? Por tanto, no es pecado exponer nuestra ira, nuestro enojo ante Dios. El problema, el peligro está en quejarnos de Dios. Esto es lo que distingue al lamento o al enojo desde la fidelidad, desde una posición de sumisión o el lamento desde la rebeldía. Esta es la gran diferencia ¿verdad?

Bien, me he extendido mucho, pero la pregunta daba mucho de sí. Es por esto que espero que estos conceptos ayuden. Es legitimo lamentar, no es buena la autocompasión, es legítimo enfadarse, pero no contra Dios sino delante de Dios. Este sería el resumen.

P: Gracias Pablo. Me ha gustado la parte en que hablas del triunfalismo porque nos hemos comido el eslogan de “todo va a salir bien”, “de esta saldremos todos juntos” y ese tipo de proclamas. Y no sé, qué pautas nos darías tú para que sobre todo con los niños o con los demás, huir de ese triunfalismo, y tener una posición más centrada. Sobre todo, pensando en que, a los niños, se les da esos mensajes como una pildorita para que tengan optimismo. ¿qué nos aconsejas?

R: Interesante, también. Yo diría que nuestra sociedad se mueve entre dos extremos ¿verdad? Uno es el extremo del pensamiento mágico. El esperar y creer en que todo irá bien, en la magia. Por ejemplo, el énfasis en nuestra sociedad es en soluciones. Queremos soluciones a todo. La solución es automática, es instantánea, es mágica. La palabra solución no aparece en la Biblia en ninguna parte. En cambio, sí que aparece la palabra salida. Hay una diferencia muy importante entre una solución y una salida ¿verdad? El versículo que antes mencionaba de 1ªCor. 10:13. Lo que Dios nos promete no son soluciones a los problemas. Lo que Dios nos promete son salidas. Pero, fijémonos que el concepto de salida nos da dos ideas que son muy importantes que son las que debemos transmitir a los niños. El concepto de salida ante un problema primero es un concepto realista. No es un concepto idealista, en un sentido positivo, ni tampoco es pesimista. Ni todo irá bien, ni todo irá mal. Pues algunas cosas irán bien, otras no irán tan bien y otras irán mal. Este es el equilibrio que hay que tener. El realismo es muy importante. Por otro lado, la palabra salida conlleva la idea de esfuerzo. Primero, has de buscar la salida, has de inquirir y segundo, cuando tengas la salida tienes que andar. Tienes que andar el camino que la salida te ha mostrado ¿verdad? Este es el camino, por ejemplo, que el pueblo de Israel tuvo que andar. Pues, durante 40 años. La salida probablemente no les gustó, pero era la salida que Dios había provisto. No olvidemos, en este sentido, que las salidas que Dios provee forman parte de este proceso de reciclar. El reciclar el material de desecho de nuestra vida ¿verdad? Por tanto, resumiendo, yo diría a los niños es importante, como a los adultos también, por supuesto. Transmitirles un mensaje que no sea pensamiento mágico, triunfalismo que no toca de pies al suelo, un idealismo totalmente ciego. En este aspecto, es evidente que una de las especialidades de los políticos en nuestros días consiste en vender este tipo de pensamiento mágico ¿verdad? Y lo vemos, no solamente, en partidos de un color, sino también del otro color. Todos los partidos suelen vender este tipo de pensamiento. Y tampoco caer en el otro extremo que estamos diciendo que es el extremo del pesimismo, del fatalismo, del nihilismo ¿no?

P: ¿Cómo se construye una fe que vence los obstáculos y cree solamente en medio de grandes dificultades? ¿Cómo puede construirse una fe viva en medio de situaciones como que tu negocio está a punto de cerrar y vas a quedar endeudado o la búsqueda de un trabajo?

R: Es un trabajo de dos. Mejor dicho, es un trabajo a tres partes. Me gusta esta expresión “construir la fe”. De hecho, el concepto que aparece en las epístolas de Pablo es el de “crecer en la fe” ¿verdad? La idea de crecimiento ya es un proceso. Avanzar hasta un estado maduro, perfecto, adulto. Esta es la palabra “teleios” en griego. “El que empezó en vosotros la buena obra la completará hasta el día de Jesucristo” la palabra aquí es madurar, perfeccionar ¿verdad? Pero en este proceso de crecimiento, de construir la fe hay tres elementos fundamentales. Por un lado, tu disposición, tú mismo. Tu anhelo de aprender, de someterte, de disponerte a entender y aprehender la voluntad de Dios. En segundo lugar, está el trabajo del Espíritu Santo, el gran transformador. El Espíritu Santo es el gran intercesor, pero también es el gran transformador. Él es el que realmente obra este proceso de transformación dentro de nosotros. El crecimiento de la fe, no es un asunto de autoayuda. No lo podemos hacer solamente nosotros mismos. En la fe, en el desarrollo de la fe es imprescindible la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo. La ayuda de Dios a través del Espíritu Santo. Y el tercer ingrediente, la ayuda del pueblo de Dios, la iglesia, los hermanos. Es muy importante la ayuda de los hermanos en la iglesia en nuestro crecimiento, en la construcción de esta fe. Lo peor que puede hacer un creyente en época de prueba es aislarse. El aislamiento es un grave error. Es en época de prueba cuando más necesitamos de la comunión de los hermanos. Por tanto, resumiendo: la fe en época de prueba o no, en todo tiempo, se construye con la combinación de estos tres elementos: tu voluntad de crecer (como los creyentes de Berea que escrudiñaban la Palabra para ver que decía acerca de ellos). Este espíritu de investigación, de crecimiento personal. La ayuda del Espíritu Santo, una ayuda sobrenatural y la ayuda de los hermanos de la iglesia que no podemos menospreciar. Es una ayuda imperfecta, la iglesia tiene manchas, tiene arrugas, pero es el Pueblo de Dios, es el cuerpo de Cristo y es preciosa. Y hemos de aprender a valorar la iglesia no a pesar de sus defectos, sino con sus defectos, pero este sería otro tema.

P: Las personas que caen en depresión ¿es porque sólo se han quedado con la resiliencia? Muchos podemos caer en depresiones leves o graves ante situaciones de dolor que se extienden en el tiempo ¿es falta de esperanza?

R: El que una persona caiga en depresión en época de prueba, en sí mismo, no tiene porque tener implicaciones espirituales. La depresión es un trastorno emocional y implicaciones espirituales pueden venir después. Pero yo diría que la resiliencia sola, más que a depresión a lo que lleva es a lo que decíamos al principio de la exposición. A resignación, a fatalismo, a amargura, a pasotismo, a estoicismo. Un poquito a lo que encontramos descrito en el libro del Eclesiastés. ¡Bah!, pasotismo “Vanidad de vanidades todo es vanidad” ¿verdad? En tiempo de prueba la depresión que puede aparecer es una depresión por agotamiento emocional. Y este es un concepto interesante y voy a abordarlo muy brevemente. La prueba es un desgaste extra de energía emocional. Estamos sometidos a un drenaje de nuestras energías físicas, emocionales y espirituales intensísimo. Cuando estamos afrontando la prueba estamos en lucha y esto lleva una pérdida, un gasto de energía enorme. Si no se repone adecuadamente esta energía emocional, física y espiritual acabamos como Elías (1ª Reyes 18 y 19). Un paradigma de depresión por agotamiento, en este caso no en medio de la prueba, no en medio del sufrimiento sino paradójicamente en medio de un éxito. La victoria sobre los baales, etc… pero la depresión de Elías era claramente una depresión por agotamiento. El mayor peligro en una situación de prueba es. Hay tres grandes peligros en una situación de prueba. El aislamiento que ya lo hemos mencionado, la depresión por agotamiento y la amargura espiritual. Estos son los tres grandes peligros. Para prevenir estos peligros es que necesitamos lo que antes comentaba de estos tres ingredientes que construyen la fe en la hora de la prueba: nuestra predisposición a crecer, la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo y la ayuda de la comunión de los hermanos. La depresión en la prueba tiene remedio, tiene tratamiento, no es algo que deba asustarnos. Yo diría que casi, casi, en algunos casos es una respuesta natural y que tampoco es tan difícil de poder tratar y mejorar de un agotamiento emocional en medio de sufrimiento. Me preocupa muchísimo más la amargura en la prueba. Es muchísimo más difícil arreglar la amargura en la prueba que la depresión en la prueba. Por esto el Señor Jesús le dijo al apóstol Pedro en Getsemaní, poco antes de la cruz: “El diablo os ha pedido para zarandearos como a trigo, pero yo he pedido…” El señor Jesús podía pedir muchas cosas por ellos. Podía pedir que la prueba fuera más corta, podía pedir que Dios les fortaleciera. Todo esto era legítimo, sin embargo, el Señor Jesús dice: “he pedido que tu fe no falte”. Porque el debilitamiento de la fe, el acabar en la amargura es el peligro o uno de los peligros principales en el tiempo de prueba.

P: Yo soy docente y estoy en contacto con alumnos y profesores. ¿Cómo puedes transmitir esto que estas contando con personas del trabajo que han pasado por situaciones difíciles ya sea por la pandemia o por otra cosa? A veces cuesta, porque como sabes que mucho de lo que tú hablas en la base está la fe y a veces me planteo ¿qué cosas como pasitos, me puedo plantear para que sean bendición a otra persona que no es cristiana? Digo pasitos, pero a lo mejor se pueden dar pasos que puedan ser de bendición para otros, para el que sufre.

R: Esta es una pregunta bonita con la que terminar. Nuestro testimonio en medio de la prueba. Hay algo que tú puedes hacer y que probablemente transmite el mensaje más poderoso. Es uno de los mensajes evangelísticos más poderosos. Es el “estar con”, acompañar. Estar al lado de. Cuando tu estás al lado de alguien que sufre le estas transmitiendo un mensaje de amor insustituible, inmejorable. Por lo tanto, la compañía en la hora de la prueba es un poderoso instrumento, si podemos utilizar esta palabra, evangelístico. Estas transmitiendo un mensaje. El segundo paso, te estoy hablando desde un punto de vista personal porque esto es subjetivo. sería que vean algo en ti distinto, pero no distinto en el sentido de excéntrico sino de atractivo. La santidad cristiana no tiene que ser excéntrica sino atractiva. Hay algo distinto. Esto si recordáis la biografía de C.S. Lewis “Sorprendido por la alegría” me parece que es el título en castellano (Surprised by Joy), él lo menciona. Dice que cuando él estaba en la escuela secundaria o en la universidad, ahora no recuerdo, los dos profesores más atractivos. Él era un ateo militante. Los dos profesores más atractivos, los que más me gustaban, los que más me atraían y yo quería de alguna forma ser como ellos eran cristianos. Y esto me fastidió, dice Lewis. Pero es que estos cristianos despertaban algo en él que le atraía. Una santidad que atrae. Y creo que este es el segundo pasito que podemos hacer. Primero acompañar, segundo intentar mostrar una santidad una diferencia atractiva y en tercer lugar yo diría que el poder de la Palabra de Dios es absolutamente insustituible, imprescindible. Dale algún pasaje de la Palabra, comparte con él la Palabra de Dios que es viva y eficaz. Algo, alguna lectura ya sea de la Palabra o algún comentario de la Palabra porque la Palabra de Dios penetra y Dios habla a través de Palabra. “¿Cómo creerán si no hay quién les predique?” ¿verdad? Y la predicación a través de la Palabra es fundamental. Podría decir muchísimas más cosas, pero yo creo que estas tres herramientas son pasitos que Dios puede transformar en pasazos en grandes pasos a la hora de dar testimonio de nuestra fe. Y no pretendamos nosotros convencer a nadie. El que convence es el Espíritu Santo, nosotros somos llamados a sembrar no a convencer.