Vasos de Barro

“Vasos de barro”. (Primer capítulo de Martínez, Cuida de ti mismo: sobrevive y prospera en el ministerio cristiano. Hendrickson, 2018, reproducido con permiso del autor. Si encuentra este recurso útil y quiere comprar el libro completo, puede hacerlo aquí.
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 “Toda la infelicidad de los hombres viene de una cosa que es no saber estar en reposo en una habitación” Pascal [1]

“…me pusieron a guardar las viñas y mi propia viña no guardé.” Cantar de los Cantares 1:6.

Algunas personas nunca piensan en los demás; ese el paradigma de una persona egoísta. Otras, por el contrario, nunca piensan en sí mismas y se convierten en el paradigma de una persona con una vida sin descanso. Ninguna de las dos formas de vida complace a Dios, aunque la segunda puede sonar más “espiritual”.

Cuando Robert Murray McCheyne, joven ministro escocés, se encontraba en su lecho de muerte a la edad de veintinueve años, se volvió a un amigo y le dijo: “Dios me dio un mensaje que llevar y un caballo que montar. Lástima, he matado al caballo y ahora no puede llevar el mensaje.” Qué imagen tan gráfica de una pasión espiritual que se volvió esfuerzo excesivo.

Una vez le preguntaron a Billy Graham: “¿Qué cambiaría si pudiera empezar su vida de nuevo? Él contestó: “Predicaría solo una vez al día”. Las palabras de este respetado hombre de Dios reflejan un principio profundo y de la máxima importancia: un ministerio fructífero no es lo mismo que un ministerio lleno, saturado de actividades y de acción incesante.

Tras muchos años de aconsejar a obreros cristianos sobre el peligro de la extenuación y su prevención, he llegado a una conclusión similar a la de Billy Graham: el problema no es trabajar demasiado, sino descansar (renovarse) demasiado poco. El objetivo de este libro no es hacerte trabajar menos sino ayudarte a descansar más y renovarte mejor.

Somos ser humanos, no hacedores humanos.

Muchas veces descuidamos el cuidado de nuestra “viña” porque queremos negar el diseño original de Dios para nosotros: Él nos hizo seres humanos, no hacedores humanos, Nuestra identidad y nuestro valor ante Dios viene principalmente de quiénes somos, no de lo que hacemos. El diseño divino incluye un equilibrio entre trabajar y descansar, dar y recibir. Si este equilibrio se rompe, existe el peligro de que, como el autor del Cantar de los Cantares, descuidemos nuestra viña mientras cuidamos de las viñas de otros.

Ocuparnos de nuestra propia vida, significa vigilar nuestro bienestar físico, emocional y espiritual. Según la Biblia, esto no es solo un derecho sino un deber; es parte de la buena administración cuidar de nosotros mismo. Para decirlo en otras palabras, de la misma manera que tenemos un ministerio, también necesitamos un “monasterio”, un lugar y tiempo para descansar, para estar en silencio y refrescar toda nuestra persona. Nuestro ministerio público mejorará enormemente si aprendemos a pasar tiempo en nuestro “monasterio” privado.

Cuidar de nuestra propia viña: ¿pérdida de tiempo o sabia inversión?

¿Por qué cuidar de nuestra propia viña no es solo un derecho sino un deber? En una sociedad egoísta donde “sentirse bien” o “ser feliz” son ídolos adorados por mucha gente, esto puede que suene a egocentrismo.

Dios tiene mucho que decir sobre cuidar de nosotros mismos. Tenemos que recuperar la sabiduría divina en esta cuestión y escapar del hedonismo que atrapa a nuestro mundo hoy. Dios creo el trabajo, pero también creo el descanso. Hay de hecho una enseñanza bíblica- una teología- sobre el trabajo y el ocio. La descripción bíblica de los seres humanos –antropología bíblica- explica quiénes somos y particularmente, cómo somos- nuestra condición- después de las múltiples fracturas causadas por la Caída. Desde esta realidad, podemos esbozar tres razones por las que debemos cuidar de nosotros mismos.

  • Porque es la voluntad de Dios para nosotros: Estamos creados a su imagen, así que esto está relacionado con el diseño original de Dios. Dios incluye descanso en su creación, y Él mandó descansar. Cuidar de nosotros mismos es por tanto una expresión de obediencia.
  • Por nuestra fragilidad: Somos vasos de barro, no de hierro. Cuidar de nosotros mismos está relacionado con nuestra condición humana. Es una expresión de humildad – de dependencia de la gracia de Dios.
  • Porque es parte de una buena administración: Somos templos del Espíritu Santo, así que cuidar de nosotros mismos es parte de nuestra responsabilidad y una expresión de madurez.

En resumen, la práctica del descanso y el cuidado de uno mismo, lejos de ser un acto egoísta, en un ejercicio de divinidad y una expresión de santidad.

Las consecuencias de no cuidar de nuestra viña pueden ser dañinas, incluso desastrosas. Afectan a otra gente a parte de a ti, especialmente a los seres que amas, y también a tu trabajo. (I Timoteo 5:4-8). Así que, descuidarnos, lejos de ser un signo de una actitud espiritual, puede ser un serio error e incluso un pecado. Pablo insta a Timoteo a aprender este principio cuando él todavía es joven, en sus años de aprendizaje. Su advertencia “Ten cuidado de ti mismo” (véase I Timoteo 4:16) contiene una de las claves en la labor cristiana. Mira el orden: primero la persona tiene que estar bien, y después viene la obra (la enseñanza). Si la persona no está bien, la calidad de la obra se verá afectada. Un ministro sano es probable que tenga un ministerio sano y fructífero.

Es digno de señalar que Pablo aborda la cuestión con un equilibrio exquisito. Su consejo a Timoteo está inmediatamente precedido por una exhortación al esfuerzo y la consagración. “Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos”. (4:15) Una apelación clara a una vida consagrada va seguida por una llamada igualmente clara a “Ten cuidado de ti mismo” (véase v. 16) ¡Cuánto necesitamos el mismo equilibrio en nuestras vidas!

¡Gracias a Dios por el tiempo libre!

Puede que sorprenda, pero algunos obreros cristianos se sienten culpables cuando descansan. Tienen un concepto equivocado del esparcimiento y erróneamente creen que Dios quiere que ellos estén hacienda algo todo el tiempo (¡son “hacedores humanos”!) Es importante recordar que el ocio y la pereza son cosas muy diferentes. {2] La pereza está mal porque es una pérdida de tiempo; {3] el ocio, por otro lado, puede ser una forma sana de invertir tu tiempo. En la pereza no haces nada; en el descanso estás dedicándote activamente a renovarte a ti mismo, restaurar tu energía física, emocional y espiritual. Haciendo esto estás obedeciendo a Dios, renovando tu dependencia de su gracia, y actuando como un buen administrador de tu tiempo y tu vida.

“Vasos de barro”

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.” (ll Corintios 4:7).

¡Somos vasos de barro, no vasos de hierro o vasos rotos! El obrero cristiano debe ser consciente de la naturaleza gloriosa del ministerio- “ese tesoro”- pero también de la frágil naturaleza del ministro. Debemos empezar desde ahí, conociendo nuestra condición natural. Esto nos librará de cometer equivocaciones en la vida, errores que afecten nuestra vida profundamente. Tengamos en cuenta que los dos son igual de malos: no somos vasos de hierro, todopoderosos, individuos que nunca fallan; pero Dios tampoco quiere que seamos vasos rotos. Así pues, tenemos que tener cuidado con nuestras fantasías de omnipotencia, y no debemos alabar la extenuación per se como una expresión de celo y compromiso.

La fragilidad tiene un objetivo

¿Cuál es el beneficio de ser “vasos de barro”? El barro es un material frágil. Se rompe fácilmente. Nuestra fragilidad depende completamente del abastecimiento divino de gracia y fuerza cada día, “para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.” (II Corintios 4:7)

En este sentido, nuestras limitaciones y fragilidad son para nuestra alma lo que el cansancio, hambre y sed son para nuestro cuerpo. Son señales de aviso que nos instan a buscar una renovación diaria de la provisión de Dios. Es por medio de nuestra fragilidad –y no a pesar de ella- como Dios cumple sus propósitos en nuestras vida y ministerios.

Manejar con cuidado

Necesitamos una sensación clara de que somos vasos de barro si vamos a empezar a cuidarnos. Si no captamos esto, no veremos la necesidad. Debemos manejar un objeto frágil con cuidado porque se rompe fácilmente. Lo mismo pasa con nuestras vidas. Porque Dios nos hizo “vasos de barro”, debemos tratarnos a nosotros mismos con cuidado. Estoy firmemente convencido de que nuestro Maestro no quiere que sus siervos sean vasos rotos. Lejos de eso, Dios siempre ha pretendido proteger nuestras frágiles vasijas de los peligros que puedan estropearlas.

Como médico, estoy fascinado por los Diez Mandamientos, un programa soberbio de salud social, espiritual y personal. Si estudias cada uno de los mandamientos en profundidad, descubrirás su insuperable valor preventiva (profiláctica). Su propósito era preservar y promover una buena calidad de vida a todos los niveles. A través de los Diez Mandamientos, Dios está mandándonos un triple mensaje claro: cuida tu relación con Dios, cuida las relaciones con tus prójimos, y cuida de ti mismo.

Dios quiere conseguir sus propósitos mediante frágiles, incluso débiles siervos- vasos de barro-  pero no mediante siervos exhaustos, quemados- vasos rotos. Estas vasijas rotas precisan una pronta reparación porque el diseño divino es que nosotros estemos sanos y en plenitud, no rotos y hechos pedazos.

Por otra parte, los obreros que se ven como vasos de hierro, sobrevaloran su capacidad y minusvaloran sus limitaciones. Esto les lleva a problemas de presumir y ser autosuficientes, la tentación que Pablo tiene que afrontar: “para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne” (II Corintios 12_6-7). La consciencia de nuestras limitaciones nos ayuda grandemente a poner límites a nuestro programa de vida.

Hemos mirado a nuestra propia condición, a cómo somos. Consideremos ahora otra idea sobre el cuidado de nosotros mismos: el tipo de vida que Dios quiere que vivamos.

“Haz tu ambición llevar una Vida Tranquila”

A primera vista, es una observación sorprendente. Más sorprendente incluso, en el contexto en el que Pablo la sitúa, a saber, la clase de vida que agrada a Dios: “Por lo demás, hermanos, os rogamos pues, y os exhortamos en el Señor Jesús, que como habéis recibido de nosotros instrucciones acerca de la manera en que debéis andar, y agradar a Dios, (como de hecho ya andáis, así abundéis en ello más y más.” (I Tesalonicenses 4:1) Suena como una llamada importante. Al final de la sección, versículo 11, añade: “y a que tengáis por vuestra ambición el llevar una vida tranquila”. Así pues, una vida tranquila es parte de vivir santamente. No solo es bueno para nosotros, sino que agrada a Dios.

¿Qué es una vida tranquila? Dejemos que Pablo mismo responda a esta cuestión sobre la base de su propio testimonio. En su segunda carta a los Corintios, las más autobiográfica de sus epístolas, Pablo abre su corazón y hace algunas confesiones personales que son de mucha ayuda para nosotros.

Una vida tranquila no es una vida sin problemas. “sino que en todo nos recomendemos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos, …” (II Corintios 6:4-5). Pablo es realista. ¡El ministerio cristiano no son unas vacaciones sino trabajo duro! Pablo no esconde el coste del discipulado. Nuestra salvación es gratis pero no hay descuentos en el discipulado. Seguir a Cristo tiene un coste.

Una vida tranquila no es una vida sin estrés. “Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por las iglesias” (II Corintios 11:28). Presión y preocupaciones también se pueden volverse preocupación y ansiedad. La palabra moderna que mejor define este par de emociones es estrés. La conclusión es clara: las dificultades y el estrés son inevitables para cualquier obrero cristiano que toma su vocación seriamente. [4] No hay bendición sin sacrificio. Peligros, trabajo duro, y tribulación son compañía frecuente en el servició cristiano.

Nuestra meta como siervos de Dios no es vivir una vida libre de dificultades y presiones. Esta no es una idea bíblica y no es realista tampoco. La meta es evitar el estrés permanente. El estrés ocasional es como un aliado que ayuda a superar dificultades y problemas; el estrés permanente es un enemigo de drena nuestra energía y provoca sequedad en nuestra viña. Vivir bajo un estrés permanente no puede ser agradable a Dios que estableció diferentes tipos de descanso en su creación (ver capítulo dos). El estrés permanente es un enemigo a vencer, una señal de que algo va mal en nuestra vida y debe ser corregido.

Una vida tranquila es una vida sin turbulencias. Es de destacar que la palabra griega traducida como “llevar una vida tranquila” literalmente significa “sin turbulencia”. Conlleva la idea de silencio (se usó para el silencio de la noche), paz, descanso, incluso tiempo libre. Implica estar quietos, exactamente lo opuesto al estrés. Una vida tranquila refleja una paz profunda, y un descanso que viene de la presencia de Dios con nosotros.

Estar exhaustos no nos hace más santos. En II Corintios 8 y 9, descubrimos un principio importante de dar (ofrendar) y darnos: la generosidad no se mide por la cantidad total que das sino por la actitud y propósito. La Iglesia de Macedonia “sobreabundó en la riqueza de su liberalidad” …dieron de su propia voluntad… se dieron a sí mismos al Señor y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (8;2, 4, 5). Pablo esta impresionado -y alaba- principalmente el espíritu que les lleva a darse.

¡Gran celo por el Señor no significa gran estrés para ti!

Tendemos a creer que cuando más nos damos – cantidad de tiempo, energía, etc.- más santos somos. Pero la cantidad per se no te hace más espiritual. Un ministerio generoso de donación de sí mismo, no implica un espíritu masoquista, que te lleve a la extenuación. No puede ser la voluntad de Dios para sus siervos poner en peligro su salud o la de su vida familiar. La generosidad en el servicio de Dios no está en contra del orden y el equilibrio, dos rasgos que Dios estampó como un sello en su creación y en sus criaturas. Nótese que “orden” (cosmos) es una de las señas de identidad del mundo de Dios. Orden y equilibrio, por tanto, deben ser las señas de identidad de los siervos de Dios, también.

Una vida tranquila es una vida de gloriosas paradojas.

Una vida tranquila no es incompatible con el coste del discipulado. Pablo nunca hubiera aconsejado a los Tesalonicenses ni a Timoteo tan encarecidamente en esta línea si creyera que era una utopía. El apóstol era un pensador profundo, pero también tenía un corazón pastoral práctico.

La coexistencia de una vida tranquila con las dificultades del ministerio cristiano se entiende mejor por un pasaje como II Corintios 2:8-9: “Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos;”. Nótese que este texto va inmediatamente después de la afirmación de que somos “vasos de barro”. Un texto paralelo es II Corintios 6:9-10: “como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimos; como castigados, pero no condenados a muerte; como entristecidos más siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo.”

Estas gloriosas paradojas nos revelan que el secreto de una vida tranquila no depende de la ausencia de problemas sino de la presencia de Cristo con nosotros durante todos esos problemas. La misericordia y el consuelo de Cristo nos hace posible vivir una vida tranquila en medio de cualquier tormenta. Esto es lo que Pablo describe en el primer capítulo: “Bendito sea el Dios… el cual nos consuela en toda tribulación nuestra para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (ll Corintios 1:3-4). No podemos evitar las tormentas en el ministerio cristiano, pero podemos desde luego evitar la turbulencia de estas tormentas.

Una cuestión “Menor” con Mayores consecuencias.

“Las moscas muertas hacen que el ungüento del perfumista dé mal olor; un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor”. (Eclesiastés 10:1)

Puedes pensar que descuidar tu viña es una cuestión menor en tu vida, o que tienes cosas mucho más importantes que hacer que cuidar de ti mismo, así que sigues posponiendo cualquier acción relacionada con eso. ¡Cuidado! El enemigo pequeño puede convertirse en el mayor enemigo. Pequeño no significa sin importancia.

La sabiduría de la Biblia nos avisa de que de la misma manera que una botella de perfume puede estropearse por una mosca muerta, “un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor”. Descuidar nuestra viña puede parecer como una “pequeña insensatez” para ti, pero puede acarrear mayores consecuencias.

La naturaleza, fuente inagotable de lecciones prácticas, confirma la sabiduría del consejo bíblico. ¿Sabes que un mosquito diminuto es responsable de matar a más seres humanos cada año que las guerras u homicidios? Un bicho pequeño, aparentemente insignificante, es más peligroso que las temibles bestias salvajes. Cuidado con los “mosquitos” de la vida cristiana. El demonio es especialista en tomar ventaja de nuestros puntos débiles. Incluso cuando nos sentimos fuertes, o precisamente porque nos sentimos fuertes, se nos recuerda: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado no sea que caiga” (l Corintios 10:12).

Cuidar de nuestra viña no es una cuestión menor. Tu propia vida, el bienestar de tu familia y la calidad de tu ministerio están en juego. Dios quiere que sus siervos sean buenos guardianes de sus propias viñas porque ese es uno de los secretos de un fructífero y bendecido ministerio.

Notas:

[1]. Blaise Pascal, Pensees , ed. Michel Le Guern, Folio classique (Paris: Gallimard, 1977), fragmento 126, 118. Original francés: ‘Tout le malheur des hommes vient d’une seule chose, qui est de ne pas savoir demeurer en repos dans une chambre.’
[2]. Para un estudio más amplio sobre el tema véase Leland Ryken, Work and Leisure in Christian Perspective (Leicester: Inter-Varsity Press, 1987).
[3]. Leisure —del latín licere, ser permitido—es el tiempo a disposición de uno, tiempo libre, un tiempo que no está ligado a ninguna obligación o deber.
[4]. Para más información sobre esto, consultad del experimentado misionero psiquiatra Marjory F Foyle, Honourably Wounded: Stress among Christian Workers (London: Monarch Books, 2001).